La enamorada.

Enamorada, apeló al maravilloso instinto del lenguaje silencioso de su cuerpo.
Y se sintió distinta, plena, recorrida, besada, deseada, única.
Y apeló a esa fortuna de querer por milagro, conservar lo logrado.
La atrapó una vorágine indescriptible de sensaciones.
Inocentemente, creyó que siempre sentiría eso.
Hubo alguien encargado de que lo creyera,
el mismo se encargó luego de mostrarle,
el otro lado de la moneda.
Y después de las caricias tiernas, y los soñados besos
cuando ya nada le quedó.
Transitó las noches que ya no eran tan plenas
ya no tan besadas,
ni recorrida,
ni deseada,
sola.
Las transitó a solas,
ahogada en eternos silencios
confiando que algo milagrosamente la salvaría.
Bendita la tormenta de sus ojos que llovieron tantas noches,
y la memoria salvadora de su corazón que le trae
el recuerdo maravilloso de haberse sentido
por lo menos una vez, amada.