Unas palabras a tiempo.

La gente, con su apuro, donde las veredas màgicamente se achican al atardecer, todos apurados, en medio de gente extraña, el agotador volver a casa ciudadano.

Con un sol pegándole recostado sobre su espalda, venía ella, con un paso lento un bolsito en su mano que apretaba casi con impotencia, parecía que tenía temor a los robos,... y si... efectivamente los tenia...no por lo que contenía su bolso, sino por el significado que tenía un arrebato más en su vida.

Se paró en una esquina miró hacia los costados, hacía esfuerzos grandes por ver.... solo podía mirar... y la mirada era un cristal mojado por una lluvia a destiempo...no era épocas de lluvias aún....

Le dolía el ruido, le dolía el tibio calor del sol en su espalda, le dolía la piel, le ardían las manos de apretar su bolso, le dolían los pies por querer hacer su huella y no buscar el camino.

Viò el cambio del semáforo, vio el cambio de luz, vio la gente moverse apresuradamente, ella quedo clavada al piso, como cuando descubrió las cartas marcadas, con una mirada fría... fija, hacia todo ... y hacia la nada....

Alguien se paró a su lado, lo alcanzo a ver sin mover su cabeza, ya estaba acostumbrándose a ver un poco más allá de lo habitual...

La vì mirar hacia abajo, secarse la lluvia permanente de sus ojos con esos temporales que no te dejan asomar ni una triste sonrisa afuera para pasearla un ratito....

El hombre le puso su mano en el hombro de ella..., como si ella lo conociera no se movió, solo paró de llover, solo levanto su tristeza del piso,....el hombre anciano, con una gran dificultad para trasladarse, con una voz muy débil, pero una seguridad absoluta le dijo...

-No llores más hija, el amor nunca se va, solo cambia de lugar....