Esas noches eternas...

Hay noches tan eternas, y no por bellas,

sino por el azote impiadoso de la ausencia.

Aunque milagrosamente yo le diga que llegará con las horas

un amanecer con cánticos de esperanza,

no se los cree, no puede hacerlo.

El dolor aventaja, revuelve sus interiores,

vomita sal de amarguras pasadas,

mientras sus manos crispadas,

abrazan la nada, recordándolo todo.

Necesita la chispa que encienda las brazas de las palabras certeras

que nunca más mueran en el intento por salir vanamente.

Necesita la risa, la carcajada, la espontaneidad, la calma justa,

el sendero claro, la verdad desnuda,

la traición derrotada,

el engaño muerto delante de sus ojos,

una esperanza tibia entre sus manos.

Una llama pequeña, que devuelva ilusiones,

que pueble sus días de bienvenidas.

Que la caricia le llegue con el rocío,

que la mañana rompa ese silencio afilado.

que reconozca las noches eternas solo por bellas,

y amadas presencias.

Que cargue soles en sus manos, olvidando

vendavales, derrotando a la muerte.