jueves, 24 de julio de 2008


Parecía ininmutable, ruinosa, como si solo esperara la muerte.
Todo lo que veía cerca o lejos, estaba sumido en una total inmovilidad, las señales aparecieron, en una encucijada que aprisionaba su pecho a diario.
Cualquiera de los caminos que ella elijiera podrian dejarla en medio de la nada.
Se encontro con un paisaje hipnotico y subyugante vió muchisima luz casi cegadora, y no muchas cosas mas.
A lo lejos percibió dos sombras amalgamadas, despues una se despegó de la otra, y una avanzo hacia ella.
Arrimarse a su vida, era asomarse a un mundo desconocido, pero enfrentó, sumida en silencios y soledades, enfrentó.
Ahí pudo enfrentarse cara a cara con lo tan temido.
Miró su estructura ya desgastada, que parecia surgir de la misma tierra color ocre, como si fuera una extensión, como si fueran ramas fuertes de un solo y gigantezco árbol. La tenue luz de las velas, y esa atmosfera única que solo se percibe en los templos apenas uno traspone la puerta, llenaban de paz.
Aunque ella estaba sola, sintió que las velas con esa mínima tibieza la cobijaban, ya no estaba sola, sintio ese magnifico toque de la presencia de Dios.
(Nunca estuvo sola, pero siempre así se sintió, ella vivió mirando sus manos, las que nunca fueron acariciadas, no se daba cuenta que Dios, jamás la había soltado, ese día, por primera vez, la ví gritar como un animal herido, gritó hasta que se quedo dormida, llena de paz...)

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